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Es la última vez que te escribo (seré cursi)
No me pongo nervioso ni siento mariposas en el estómago. Hasta hablo de corrido cuando tú estás. Pero no puedo evitar que mis pies vayan a cero.
Hoy es débil el hilito que separa mi amistad de un amor pasional. Pero preferiría polillas en mi abdomen para estar seguro de lo que siento. Te culpo por mis pies, y por no poder concentrarme. Eres culpable de todos mis desmanes. Como trizaduras con cada paso, que no dejan olvidar. Frío cuando te recuerdo, o cuando veo tu letra inicial. En cada parte por donde caminamos, donde huías de mí. Frío cuando te oigo, y me hago el desentendido.
Conozco todos los números que tienen relación. Desde el día que hablamos, hasta cuando perdimos contacto. Las fechas que discutimos y los días que soñamos. Tu teléfono ya se estampó, aunque no lo pueda marcar. Tus tallas memorizadas aunque las deba recordar con disimulo. El número de veces que pretendí decir te quiero. El número de veces que me arrepentí por no hacerlo. Grabé las fechas de tus vecinos, la edad de tus mascotas, y las veces que almorcé contigo. Recuerdo el promedio de tus notas, las ponderaciones de tus historias y cuántos son tus rizos. Podría decirte cuántas personas iban en la micro, la vez que te saludé. Cuántas personas vestían gris, y a quién no dio boleto el chofer. Memorizo números, ya no por querer, simplemente, se graban en mis pies.
En realidad me conformo con poco. No es necesaria una declaración de amor, ni siquiera que me prometas tu lealtad. No es preciso ir a la cama, ni hacer nada formal. Sólo mírame con otros ojos. Con que toques mi mano, como por casualidad. Que me beses en la mejilla, nada más. Que a escondidas me abraces fuerte. Que de vez en cuando me saludes, sin que yo deba presionar. Te juro que es suficiente, con que no me hagas desprecios en cada lugar. Me duelen mis pies fríos, pero es grato llevarte conmigo.
Y apunto con el dedo al cielo, tratando de tapar tu nombre. Ando lento, en plena ciudad. Y grito cuando todos callan. Me siento solo, cuando todos están. Si lloro a escondidas es porque no me puedo zafar. Porque es mentira que dormí mal, es mentira alguna enfermedad. El semblante triste es porque no estás. Porque ser amigos (y tan lejanos) no lo puedo aguantar. Pruebo mil formas; desde obviarte, hasta usar doble calcetín. Cinco veces he cambiado de zapatillas, y nada. No siento mis dedos, ya no sé cuántos son. Ni aun en verano mis pies logro entibiar.
Me doy por vencido cuando ya es tarde. Cuando la música y todo terminó. A veces pienso que me dejaste ir, arrojándome. Creo que no te dolió.
Ya no sé qué esperar de ti. Si un comentario irónico, para autoafirmarte; palabras lindas, para compadecerte. . .
Sólo pido que el invierno, enfríe tus pies.
descomponio
El corazón me late siendo las
¿Qué será de mi cuando muera? ¿Me recordarán en la posibilidad ínfima del más allá?
La esencia de un cuento (calendario&calculadora)
El niño jugaba a los monitos en el pasillo de la micro/ Yo lo espiaba, sumergido en mi autismo, de pasajero de a cien.
El niño se hacia trampa a sí mismo. Golpeaba las laminitas mundialeras con su manita de seis años y al ver que no se volteaban se pasaba la lengua ensalivada por la mano y lograba pegarlas a su palmita pendeja/No me des la espalda mientras te espío por el reflejo de la ventana.
El niño contaba sus láminas con satisfacción al ver que las había volteado todas. Su padre toca el timbre, sube al niño en sus brazos y baja lentamente por la escalinata del bus/Tu papito artista te cagó la vida tontito.
Cinco minutos más tarde la micro atropella a un ciclista que resulta ser el padre de mi mejor amigo, Carlos.
El niño mastica la hiel de un chicle sucio que acaba recoger del suelo/La observo a ella y a su madre sin hacer nada por detener la acción.
El niño en vano trata de hacer un globo con la goma de mascar, saca la lengua impregnada de chicle y exhala intentando inflar su globito de color rosa/ Con la saliva de mi boca podrás hacerte un florero de látex, para que no lo cuentes, para que no lo olvides.
El niño pega el chicle en la faldita exquisita de su madre que es apenas un par de años mayor que yo, pienso en que esa pudo ser mi hijo, pienso en que pude haberme ligado su madre.
Toco el timbre, bajo con la micro aun en marcha miro al piso y encuentro un calendario con la siguiente fecha marcada en el.
21 de Junio del 2013
Arrugo el cartoncito plastificado, tomo aire, y volteo para ver como el bus se pierde entre los árboles.
Infames/nuestros amigos/todos ustedes
POR ED
-Ándate. No te quiero ver... déjame sola, por favor- gritó. Él se fue. No se llevó nada, sólo dejó la puerta abierta antes de salir. Ella se levantó, y en silencio caminó hasta la misma puerta con la esperanza de volver a los días felices, con la esperanza sorda de callar la infidelidad del padre de su hijo, pero sólo se encontró con la imagen de él caminando hacia quién sabe donde, hasta desaparecer.
Se quedó triste y cerró la puerta. Esperó a estar sentada para llorar. La casa era grande y se quedó sola... Afuera todo estaba oscuro, ella se puso de pie, apagó las luces y cerró las cortinas. Todo era perfecto, así que en silencio y a oscuras lloró. Lloró porque debía hacerlo, lloró porque su pena era la alegría de otra.
Lloró durante dos horas. Lloró su chilenidad promedio, lloró su quinto de humanidades, sus tardes lluviosas, lloró a su padre muerto, lloró a su madre viva y a sus hermanos estúpidos. Lloró su vida entera, lloró su propia imagen desconsolada…, lloró hasta que ya no tuvo motivos.
La casa estaba fría, estaba oscura y no le importaba. Sus deseos de desaparecer comenzaban a golpear en las ventanas, como si le dieran ideas de cómo podía dejar de vivir de la forma más común. Hoy ella moría porque el amor de él no le alcanzaba para volver a ser feliz, ella escribía para su hijo, porque era sensato hacerlo.
Encendió las luces y buscó papel y lápiz. Escribió letras llenas de humedad, de cursilería y faltas ortográficas. Dejaba a su hijo solo, incapaz de escupirle a un mundo injusto… Era valiente porque lo abandonaba, consciente que jamás podría volver a ponerse de pie, confiada en que por primera vez pensaba en ella. Volvió a apagar las luces.
Se pensó putrefacta, agusanada, con hematomas en el cuello y con horror en el rostro. Se pensó inabrazable, llorada y maldecida… se pensó colgada en la escalera, con la corbata matrimonial de él. Se pensó buena/muerta, con una vida que no merecía vivir.
Caminó a oscuras por el pasillo hasta la habitación que sólo la noche anterior había sido utilizada por ambos. Encendió las luces, se acercó al closet y encontró la prenda citada. Salió del cuarto con el pedazo de género entre los dedos y miró la escalera. Subió los trece peldaños y amarró la corbata en el número doce. Descendió los trece peldaños y quedó por debajo de la corbata que lucía listones rojos y azules. Levantó la cabeza y miraba cómo la prenda matrimonial se movía, producto del pavor.
Caminó por una silla hasta la cocina…, se quiso valiente y lo era. En silencio escogió la silla que él ocupaba y la instaló por debajo de la escalera. Con la ayuda de sus manos pudo pararse sobre ella, tomó la corbata y la anudó a su cuello. Era un nudo tosco, sin apellido.
tengo miedo
tengo miedo, papá
tengo miedo, mamá
ella
-Ándate. No te quiero ver... desaparece y déjame sola, por favor- te dije con odio, esperanzada en que me abrazarías y dirías que todo iba a estar bien y que volveríamos a nuestra felicidad madura. Él cruzó la puerta y ya no lo volví a ver. El mundo se me dio vuelta y me destrocé el pulmón, golpeándome con mi propia pena.
Voy a llorar porque quiero dejar de pertenecer a un mundo que no me corresponde, que no me merece. Voy a llorar porque prefiero morir antes que ser borracha. Me voy a colgar sin experticia, porque los de mi clase mueren así.
Escribo para el niño temeroso.
La casa está en silencio y a oscuras camino hasta mi/nuestra habitación. En el primer compartimiento del closet encuentro una corbata. Subo las escaleras y la ato al penúltimo peldaño, desciendo y me quedo mirando tu corbata. Voy a la cocina y escojo una silla, doy media vuelta y la instaló por debajo de la escalera. Pongo mis pies en ella, tomo tu prenda y la amarro a mi cuello… Me persigno, le doy una patada a la silla y con mis pies sin sustento me arrepiento.
él
A ver si paso por Curacaví y te dejo una florcita, pensando en nuestros días felices.
Por Knox
Me voy a cambiar el sexo para no sentirme cochina al pensar en ti. Tomaré en mis manos tu nombre y lo presionaré contra mi pecho (que es tuyo). Dejaré mis faldas de montitas reprimidas y como putita tierna besaré tu cuello. Con lápiz negro dibujaré en mi cuerpo. Con tijeras arreglaré mi pelo. Con papelitos de colores haré tres máscaras, y al teléfono practicaré mi acento. En cajas negras guardaré mis sandalias y en una blanca la prestobarba. Con rojo pintaré mis labios, con peine floreado todas las noches me cepillaré. Tendré que olvidar algunas canciones, los chocolates y el rosado. Dejaré mis cremas en el suelo, sin mayor cuidado. Mi nombre lo escribiré al revés, y mi ginecólogo sabrá que desperté. Ahora cuido mis uñas con esmero (las he dejado crecer), combinan perfectamente con mi barba de hace un mes. (A veces, me maquillo al anochecer). Voy a escribir tu nombre con escarcha en la pared. Con pañuelos desechables haré cien flores (y colgarlas por doquier). Me voy a cambiar de sexo, así podremos ser como hermanas. Me voy cambiar el sexo, y así podremos ser como amigos. Ahora que soy chico, me dices que te gustaba como nena. Ahora que soy chica, me dices que eres gay.
Me cansé de oler tu ropa a escondidas y a mirarte de reojo. Con abrelatas partiría mi pecho, para sacarte de ahí. Dime si me amas tú también; dame una señal absurda, una llamada sin hablar.
Y yo que me amo sin condiciones, sin esperar nada a cambio.
Y yo que me quiero por ser como soy, exijo respuestas a largo plazo.
Noche
Mejor busco una hostería en Quillota.
Me despierto temprano..., me calzo mis zapatos. Las frazadas están en el suelo. Las sábanas están limpias y escucho gritos en la calle. Tres golpes en la puerta: “¿señorita, va a tomar desayuno?”... no respondo.Saco una toalla del closet y voy directo al baño. Enciendo la llave roja y espero dos minutos por el agua caliente. El vapor comienza a inundar la tina, el inodoro, el lavabo y ya no me veo en el espejo. Lanzo la toalla en cualquier parte, me siento en el piso y comienzo a fumar.
El baño es blanco, está limpio. Me quito los zapatos, toco el suelo con los pies y está frío. Fumo. El vapor inunda el resto de la habitación, no abro ventanas, no abro cortinas… pienso en mí. Creo en mi infelicidad y en la de los otros. Exigen mi amor y yo no quiero querer. Me paso la mano por el pelo y el cigarrillo termina por consumirse… lo apago en el piso y descarga su último pedazo de humo. Me doy pena. Soy niñita bien jugando a la depresión, me doy pena. Quizá tengo que aprender a crecer, reclamando tu propio crecimiento. A veces las cosas no tienen mayor explicación y sólo se debe esperar lo peor. Hoy me entrego a mi inquietud cerebral y comienzo a pensar en lo que voy a abandonar en Quillota. A fin de cuentas, la decisión está analizada. Me doy valor con besos en mis manos, me llevo los dedos al rostro, me quito las ganas de seguir muriendo. Abro tu papel:
Eso de la heterosexualidad
Me reflejé en ti. Me distraje y me besaste. Te besé con la misma intensidad de tu beso. Nos sentamos en la calle. Comenzamos a fumar. Me puse los anteojos de sol. El día no dijo nada… nada, hasta que confesamos nuestra heterosexualidad. El mundo se puso como loco, convulsionaba en nuestras manos… ¿y nosotros? Nosotros nada podíamos hacer, así que encendimos otro cigarrillo. Nos abrazamos, y desde ese rincón de calle contemplamos la agitación de un mundo que a esas alturas ya no valía nuestros sollozos, nuestra pena…
Me pongo de pie y dejo tu papel en el suelo. Voy hacia el velador, abro mi bolso y encuentro la caja de kitadol. Me llevo cinco a la boca, sin agua… sin motivo, fabrico saliva.
Vuelvo a sentarme en el piso del baño. Sonrío, me burlo de ese afán tuyo de decir nada. Me río de ti, me mofo a tu espalda. Te quiero lejos, no te soporto y te odio. Te odio porque no eres nada y crees serlo. Te aborrezco porque me das asco… Y te pienso escuchando canciones que no quiero volver oír, pensando que son para ti y para mí… y te quedas mintiendo, exigiendo un falso enamoramiento que no es tuyo porque lo obsequiaste. Me río de tu dolor infundado.
Siento ganas de vomitar. Me llevo el dedo índice donde comienza la lengua. Los ojitos se me llenan de lágrimas y arrojo algo parecido a la tristeza. El baño es difuso, el agua sigue cayendo y me quito la ropa interior. Me meto en la tina y comienzo a llorar. Pobre niñita que no sabe llorar.
Por Knox
y cuando tus hombres armados
-como ratasmaracas -,
rueden por el techo
y cuando pienses en plural
-tarareando sin desprecio-,
deja el tiempo pasar
y cuando mires esos minutos
-y aun quede ese espacio ciego-,
no me ignores más
cuando no sepas donde andar
siente mi voluntad tersa
dime que me extrañas
-pero jura que no dirás más-
Porque a pesar de que te quiero un mundo
me tiritan en tus piernas, esclavos de otra parte
Entre mis propias caras
-escondido-
fingiendo que soy aliado
-clandestino-
me miras, no me ves
-a tu lado-
Las entrañas me sofocan/ conflagrándose
para luego hacer de mí/ un mocoso alegre
En Romanos: los Proverbios: Eclesiastés
que más da/ lo que sé
Y devuelvo todo
¡Es el vómito!
Y devuelvo el vómito que alguna vez tragué
sin pensar que comía lo que otros antes
devolvieron
El aroma de mocoso que persigue a mis narices
RESBALOSAS
¡Y si ahora me condeno!
Alguien más pagará la fianza
¿Y si ahora me vomito?
Alguien más lamerá de mí
Más allá
Formando círculos inmensos/más allá del mar y las nubes
de mí y de ti
¡Qué no ves!
Si no ves es porque no quieres/ y si no oyes
palabras por mil taladran los míos
¡BASTARÁ!
con abrir mi boca inmensa
para verter el chorro contra ustedes
¡SUICIDIO!
vencerme a mí/ contra
¡SUICIDIO!
vencerme a mí mismo
¿Y si el ciclo me condena?/Alguien más será vomitado
Alguien mas lamerá este vomito
¡Alguien más leerá por mi!
los otros/nuestros amigos infames/todos ustedes
POR ED
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