de matarte
Me dice que está decidido, que quiere irse de esta casa grande; que necesita desaparecer para que el drama ya no lo encuentre. Me observa acucioso, directamente, con los ojos podridos de tanta impotencia. Que nadie lo entiende, que todo es una farsa; que están jugando a la familia feliz y que ya no es capaz de llorar. Hace una pausa, como para llenarse de motivos. La habitación queda en silencio y yo le miro los pies.
Levanta los brazos en dirección a las moscas y el lugar se llena de ruido otra vez. Me grita que tiene miedo de volver a ilusionarse, que quiere olvidar a su padre y dejar a su madre tendida en los sueños de niñita…, porque ella se lo buscó y él ya nada puede hacer. Hago como que comprendo y se refugia en su maleta porque el verano fue malo con él. Que está enamorado, que ahora es bueno; que, por favor, le mire las esperanzas, las alucinaciones.
Le acomodo las pertenencias, ahí, de soslayo, sin que se entere…, porque necesito que crea que me voy con él; porque me duele demasiado la personalidad como para pensar distinto. Apruebo su condición de víctima con la cabeza y le doblo un pantalón.
Que le diga que la vuelve a querer y que lo acepte en su casa de nuevo. Que ya no se va a portar mal, que es doloroso estar lejos y que quiere formar una familia con ella. Que me retracte, que es bruto de su parte pensar así.
Me siento sobre la cama, a un lado de la maleta. Lo incito a que se instale junto a mí. Le acaricio el pelo y lo detesto desvalido; que su infelicidad es tonta, que quiere abandonar el hogar inmundo, me dice…, así, mirando la pared; así, mintiendo. Que se siente un fracaso, pero que le queda bien. Que mejor la mata, que exculpa a sus padres y no la piensa.
Que ya está cansado, que ya no quiere odiar a nadie más.
Que hoy tiene ganas de caminar al lado de la pena mínima, de buscarla entre la gente… de sentirse importante otra vez. Me confiesa que no se quiere ir.
por descomponio